Lemoiz: «Echar el olvido al futuro»

 

NAIZ IRITZIA

Martin Anso y Fernando Salegi
Miembros de Eguzki

Lemoiz: «Echar el olvido al futuro»

La Alhóndiga bilbaína acoge estos días "Escala 1:1", una exposición en la que Ixone Sádaba, a través de fotografías monumentales, invita a reflexionar tanto sobre la memoria histórica de la central nuclear de Lemoiz como sobre la difícil gestión de sus ruinas. Haríamos mal si no aceptásemos la invitación para reivindicar una vez más el necesario debate al respecto que el Gobierno Vasco viene escamoteando a la ciudadanía.

En efecto, el Gobierno Vasco, desde que se hizo con las instalaciones en 2019, e incluso desde antes, al menos desde 2017, viene apostándolo todo a una única carta: un proyecto de acuicultura. Ese proyecto, sin embargo, no se ha materializado en el plazo previsto –debía haber arrancado en 2021, según anunció la entonces consejera Arantxa Tapia–, y ya en 2023 quedó en stand by por falta de empresas privadas interesadas en invertir.

Esto no hizo sino acrecentar la sospecha de que la cesión de la central a la Administración vasca, pactada entre el PNV y el Gobierno del PP, no respondía a un proyecto maduro, sino que ante todo tenía como objetivo eximir a Iberdrola de las obligaciones legales que, como concesionaria original de los terrenos, pudieran corresponderle en la restauración de la zona. Lo cierto es que, tal y como denunciamos entonces, seguimos sin saber cuál será el futuro de la central, pero lo que sí sabemos es que la compañía eléctrica fue rescatada y salió limpia de polvo y paja. Las instituciones públicas, no contentas con haberle autorizado a cobrar 3.256 millones de euros de más a la ciudadanía a través de los recibos de la luz para pagar la moratoria de las centrales de Lemoiz (sobre todo) y Valdecaballeros, le eximieron de contribuir a hacer frente a unos gastos cuantiosos. Porque, hágase lo que se haga en esos terrenos, van a requerir ineludiblemente de algún tipo de restauración o readecuación, además, millonaria. Y esa restauración o readecuación es ahora responsabilidad única y exclusiva del Gobierno Vasco, tal y como la orden ministerial por la que se realizó la cesión dejó claro de forma reiterada.

Y eso es lo que está pasando. El Gobierno Vasco, a través de la SPRI, ya el año pasado invirtió más de dos millones; este año serán cuatro, y está previsto que hasta 2028 sean 25, siempre con el proyecto de acuicultura como único horizonte.

Frente a esta apuesta unilateral, Eguzki sigue reclamando para la central de Lemoiz un futuro coherente con su historia. ¿Qué quiere decir eso? Pues quiere decir que lo que corresponde es restaurar ambientalmente la cala de Basorda y su entorno, en la medida de lo posible, y dedicarla a un uso público –no en vano la ciudadanía la ha pagado a precio de oro, como hemos visto–, quizá mediante la habilitación de un parque como lugar de memoria. Y con estos objetivos debería ser compatible y a ellos debería estar supeditado cualquier otro proyecto que pretenda desarrollarse en ese espacio, ya sea la acuicultura o, simplemente, el mantenimiento de la central como patrimonio histórico/industrial, tal y como han propuesto Valentín Elortegi o Carmen Abad Ibáñez de Matauco. En todo caso, y esto es tan importante o más que lo anterior, la decisión sobre lo que finalmente se haga no debería ser unilateral, como está siendo, sino basarse en el mayor consenso político y social posible, pues la memoria, si para algo ha de servir, ha de ser para casos como este. A este pack –restauración ambiental/uso público/decisiones compartidas– es a lo que nos referimos cuando reclamamos para Lemoiz un uso coherente con su historia.

¿Es demasiado pedir al Gobierno Vasco que se avenga a un proceso de participación o de escucha siquiera? ¿Sobre todo en un momento en que se dispone a invertir un buen montón de millones?

Porque, además, hay que tener en cuenta que las instalaciones de la central ocupan unas 35 hectáreas, pero la cesión incluye asimismo otras 150, aproximadamente, calificadas como suelo no urbanizable, donde proliferan las plantaciones de pinos y eucaliptos. No nos consta que exista un diagnóstico sobre su estado y mucho menos un proyecto de restauración ambiental, a todas luces necesario, como viene reivindicando Etzandarri Mendi Taldea y ha reflejado Roge Blasco en sus vídeos. Con esto queremos decir que quizá el necesario debate social en torno a Lemoiz no pueda cerrarse con una respuesta única y definitiva, pero eso no significa que no se puedan y deban hacer cosas ya –como la restauración de esas 150 hectáreas–, sin supeditarlas a que el proyecto de acuicultura salga o no adelante. En realidad, llama la atención que no se hayan hecho ya y que, seis años después de la cesión, todo lo relacionado con la central y su entorno, más allá de las noticias ligadas al proyecto de acuicultura, siga estando en el mismo limbo que en las últimas cuatro décadas.

Carles Guerra, comisario de la exposición de Ixone Sádaba, explica así el porqué del gigantismo de las imágenes que la componen: «Trasladar Lemoiz al seno de la Alhóndiga exige, ante todo, preservar la escala de la central y de sus edificios. Una exigencia que no puede ser considerada un problema estrictamente técnico. También es necesario entenderla como una demanda política que repare la inaccesibilidad y el hermetismo que han marcado la historia de la central nuclear de Lemoiz». Pues ya es hora de que ese hermetismo desaparezca y se hable abiertamente, se debata, sobre ella y su entorno. Como dice Ixone Sádaba, ya es hora de «echar el olvido al futuro».

 


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VER Entrevista
Ixone Sádaba
Artista y fotógrafa

«Hay que poner el relato sobre la mesa y no darle la espalda a Lemoiz»

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