NAIZ IRITZIA
Lemoiz: «Echar el olvido al futuro»
La Alhóndiga bilbaína acoge estos días "Escala 1:1", una exposición
en la que Ixone Sádaba, a través de fotografías monumentales, invita a
reflexionar tanto sobre la memoria histórica de la central nuclear de
Lemoiz como sobre la difícil gestión de sus ruinas. Haríamos mal si no
aceptásemos la invitación para reivindicar una vez más el necesario
debate al respecto que el Gobierno Vasco viene escamoteando a la
ciudadanía.
En efecto, el Gobierno Vasco, desde que se hizo con
las instalaciones en 2019, e incluso desde antes, al menos desde 2017,
viene apostándolo todo a una única carta: un proyecto de acuicultura.
Ese proyecto, sin embargo, no se ha materializado en el plazo previsto
–debía haber arrancado en 2021, según anunció la entonces consejera
Arantxa Tapia–, y ya en 2023 quedó en stand by por falta de empresas privadas interesadas en invertir.
Esto
no hizo sino acrecentar la sospecha de que la cesión de la central a la
Administración vasca, pactada entre el PNV y el Gobierno del PP, no
respondía a un proyecto maduro, sino que ante todo tenía como objetivo
eximir a Iberdrola de las obligaciones legales que, como concesionaria
original de los terrenos, pudieran corresponderle en la restauración de
la zona. Lo cierto es que, tal y como denunciamos entonces, seguimos sin
saber cuál será el futuro de la central, pero lo que sí sabemos es que
la compañía eléctrica fue rescatada y salió limpia de polvo y paja. Las
instituciones públicas, no contentas con haberle autorizado a cobrar
3.256 millones de euros de más a la ciudadanía a través de los recibos
de la luz para pagar la moratoria de las centrales de Lemoiz (sobre
todo) y Valdecaballeros, le eximieron de contribuir a hacer frente a
unos gastos cuantiosos. Porque, hágase lo que se haga en esos terrenos,
van a requerir ineludiblemente de algún tipo de restauración o
readecuación, además, millonaria. Y esa restauración o readecuación es
ahora responsabilidad única y exclusiva del Gobierno Vasco, tal y como
la orden ministerial por la que se realizó la cesión dejó claro de forma
reiterada.
Y eso es lo que está pasando. El Gobierno Vasco, a
través de la SPRI, ya el año pasado invirtió más de dos millones; este
año serán cuatro, y está previsto que hasta 2028 sean 25, siempre con el
proyecto de acuicultura como único horizonte.
Frente a esta
apuesta unilateral, Eguzki sigue reclamando para la central de Lemoiz un
futuro coherente con su historia. ¿Qué quiere decir eso? Pues quiere
decir que lo que corresponde es restaurar ambientalmente la cala de
Basorda y su entorno, en la medida de lo posible, y dedicarla a un uso
público –no en vano la ciudadanía la ha pagado a precio de oro, como
hemos visto–, quizá mediante la habilitación de un parque como lugar de
memoria. Y con estos objetivos debería ser compatible y a ellos debería
estar supeditado cualquier otro proyecto que pretenda desarrollarse en
ese espacio, ya sea la acuicultura o, simplemente, el mantenimiento de
la central como patrimonio histórico/industrial, tal y como han
propuesto Valentín Elortegi o Carmen Abad Ibáñez de Matauco. En todo
caso, y esto es tan importante o más que lo anterior, la decisión sobre
lo que finalmente se haga no debería ser unilateral, como está siendo,
sino basarse en el mayor consenso político y social posible, pues la
memoria, si para algo ha de servir, ha de ser para casos como este. A
este pack –restauración ambiental/uso público/decisiones compartidas– es
a lo que nos referimos cuando reclamamos para Lemoiz un uso coherente
con su historia.
¿Es demasiado pedir al Gobierno Vasco que se
avenga a un proceso de participación o de escucha siquiera? ¿Sobre todo
en un momento en que se dispone a invertir un buen montón de millones?
Porque,
además, hay que tener en cuenta que las instalaciones de la central
ocupan unas 35 hectáreas, pero la cesión incluye asimismo otras 150,
aproximadamente, calificadas como suelo no urbanizable, donde proliferan
las plantaciones de pinos y eucaliptos. No nos consta que exista un
diagnóstico sobre su estado y mucho menos un proyecto de restauración
ambiental, a todas luces necesario, como viene reivindicando Etzandarri
Mendi Taldea y ha reflejado Roge Blasco en sus vídeos. Con esto queremos
decir que quizá el necesario debate social en torno a Lemoiz no pueda
cerrarse con una respuesta única y definitiva, pero eso no significa que
no se puedan y deban hacer cosas ya –como la restauración de esas 150
hectáreas–, sin supeditarlas a que el proyecto de acuicultura salga o no
adelante. En realidad, llama la atención que no se hayan hecho ya y
que, seis años después de la cesión, todo lo relacionado con la central y
su entorno, más allá de las noticias ligadas al proyecto de
acuicultura, siga estando en el mismo limbo que en las últimas cuatro
décadas.
Carles Guerra, comisario de la exposición de Ixone
Sádaba, explica así el porqué del gigantismo de las imágenes que la
componen: «Trasladar Lemoiz al seno de la Alhóndiga exige, ante todo,
preservar la escala de la central y de sus edificios. Una exigencia que
no puede ser considerada un problema estrictamente técnico. También es
necesario entenderla como una demanda política que repare la
inaccesibilidad y el hermetismo que han marcado la historia de la
central nuclear de Lemoiz». Pues ya es hora de que ese hermetismo
desaparezca y se hable abiertamente, se debata, sobre ella y su entorno.
Como dice Ixone Sádaba, ya es hora de «echar el olvido al futuro».
----------------------
Comentarios
Publicar un comentario
Que para que una publicación tenga legitimidad estén seguros que publicaremos los comentarios, rectificaciones, respuestas y criticas que estén escritas con respeto a las normas de cortesía habituales, aunque sean contrarios a nuestra linea de pensamiento o a alguno de nuestros colaboradores.
Por lo contrario, en caso de que se lleguen a nuestro Blogg esos comentarios ilícitos o falsedades los eliminaremos de oficio en cuanto tengamos conocimiento de los mismos, para evitar del daño que pretende causar el autor de tales comentarios.