Manifiesto por la defensa de los frontones: Guardianes de nuestra cultura

Fronton Jai Alai de Gernika (1978) antes de anexos degradantes edificadas a su alrededor


Xabier Martínez Alava
Presidente de la Asociación Cultural Navarra de Pelota Vasca

Manifiesto por la defensa de los frontones: Guardianes de nuestra cultura

Los frontones están desapareciendo. Lo que durante siglos ha sido un símbolo de identidad, un punto de encuentro y una expresión viva de nuestra cultura, hoy se enfrenta al abandono, la indiferencia y el olvido.

Desde el siglo XVIII, la pelota vasca se expandió por los cinco continentes. Allí donde hubo migración, hubo también un frontón: desde pueblos tan nuestros como los navarros, así como del País Vasco, hasta rincones remotos de América Latina, África, Asia y Oceanía. El eco de la pelota golpeando la pared no solo resonaba en el juego, sino en la memoria colectiva, en la transmisión de valores, en el orgullo de pertenencia.

Hoy en día, sin embargo, vemos como muchos de estos espacios desaparecen. El surgimiento de nuevos deportes, la falta de mantenimiento, el desinterés institucional y la especulación urbanística los arrinconan y destruyen. Donde antes había vida, tradición y comunidad, ahora hay ruina o silencio.

Los frontones no son solo espacios deportivos. Son historia. Son cultura. Son nuestras raíces. Son también patrimonio urbano, y como subrayan Ustarroz, Iñiguez y Carballo, representan una arquitectura única, en muchos casos inseparable de la plaza, de la iglesia, del ayuntamiento. Son lugares donde se juega, pero también donde se celebra, se conversa, se convive, por lo que dejar que desaparezcan es permitir que una parte esencial de nuestra identidad se pierda para siempre.

Muchas de nuestras plazas históricas, Otxandio, Irurita, Zubieta, etc., se configuraron en torno a un frontón abierto, visible y accesible, integrado en la vida del pueblo. Estos frontones sin cubierta, abiertos al cielo, eran parte indisociable del espacio urbano central: no se trataba solo de jugar, sino de vivir el pueblo desde la pelota. Son elementos formales, funcionales y simbólicos de gran valor, y su desaparición rompe la continuidad urbana y cultural.

Estos espacios están en peligro porque ya no se proyectan plazas con frontón en los nuevos desarrollos urbanos. Como advierte Carballo, «en los nuevos barrios no hay plazas con frontón». La tendencia contemporánea ha sido recluir el juego en recintos cerrados, aislados de la vida urbana y de los flujos comunitarios.

Respecto a esto, muchos fueron construidos entre los siglos XIX y XX han alcanzado una calidad arquitectónica y social que también forma parte de nuestro patrimonio colectivo. Algunos como el Beti Jai en Madrid, el Labrit, Gernika, Anoeta, Balda, Huarte, Galarreta, Astelena, Beotibar, etc., poseen una arquitectura notable, histórica o moderna, que merece ser protegida y puesta en valor.

Sin embargo, cuando el frontón cubierto sustituye y anula al espacio público abierto, cuando desconecta el juego de la comunidad, entonces no estamos hablando de evolución, sino de repliegue y pérdida.

Por eso no podemos permitir que desaparezcan y exigimos:

• A las administraciones públicas, locales, regionales e internacionales: que protejan, restauren y promuevan los frontones como patrimonio cultural, tanto los que forman parte del espacio público urbano como los que destacan por su calidad arquitectónica.

• A las comunidades: que reconozcan el valor de estos espacios y los mantengan vivos con su presencia y participación.

• A los medios y al mundo del deporte: que visibilicen esta realidad y contribuyan a dignificar la pelota vasca y sus escenarios, no solo como deporte, sino como cultura, espacio y legado.

Plataformas como «Salvemos el Beti Jai» consiguieron reconstruirlo y en Urbasa van por el mismo camino con el frontón en ese entorno natural único. Iniciativas así nos demuestran que la lucha merece la pena y que es posible proteger estos lugares, devolverles la vida y hacer que el rebote vuelva a sonar.

Defender los frontones es defender quiénes somos porque si desaparecen nuestras raíces, desaparece nuestra cultura.

¡Salvemos los frontones!

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