Vidarte, Agirre y la cólera de Dios

 

Aguirre, la Cólera de Dios (Aguirre, Der Zorn Gottes - Werner Herzog)
 

NAIZ IRITZIA

Edorta Jiménez 

El domingo 10 de septiembre el diario “El Correo” publicaba una entrevista de dos páginas con Juan Ignacio Vidarte, con fotografía en portada incluida. La entrevista venía firmada por Iñaki Esteban, que presentaba a su entrevistado como Director General del Guggenheim Bilbao. Dicho esto, no estará de más recordar que el Patronato del tal museo tiene entre sus patronos a «El Presidente de Diario ‘El Correo’, S.A.U.», tal y como se dice en el sitio web Guggenheim Bilbao. Estaría bien que de vez en cuando lo dijeran, por eso de la ética periodística y tal.

"Seguimos sin tener luz verde para que el Guggenheim Urdaibai eche a andar", ponía el entrevistador como titular de la entrevista en boca del J. I. Vidarte.

Una gran imagen esa de la luz verde. Sugería un enorme tren de mercancías, un camión cargado de ilusión, una misión de futuro, un barco bien estibado de promesas de empleo y prosperidad, lo que parecían unos hechos consumados según las decenas de publirreportajes del mismo medio y de otros como Deia, también patrón de la Fundación, parados ante un semáforo.

¡Vaya por dios! ¡Qué temeridad por parte de los de “se hará sí o sí”! Poner en marcha lo que han puesto en marcha para que luego vaya y tenga que parar ante un semáforo. Antes de empezar a mover el tren, el camión, el barco, el globo, lo que sea lo que está parado. ¿No sabían que tendría que cruzar un semáforo? ¿O se trata de otra cosa? El entrevistado no lo aclara, aunque sí que nos da alguna pista.

«La Diputación (de Bizkaia) lleva tiempo haciendo un trabajo de desbroce», afirma en su entrevista J. I. Vidarte, dejando claro que la institución pública, patrono fundador a su vez del Guggenheim Bilbao, entidad privada disfrazada de Fundación, trabaja para esta. Desbrozando, nada menos. A eso se le llama subordinación.

Llegados hasta aquí, la pregunta que me viene es qué será lo que la Diputación tiene que desbrozar. Pues al parecer una maraña de normativas. «El proyecto está afectado –dice el entrevistado– por normativas locales, forales, autonómicas y estatales». Se le olvida que La Biosfera de la Reserva del Urdaibai está incluida en la red M&A de la Unesco, en la Red Europea Natura 2000, en el tratado Ramsar de humedales y para qué seguir. ¿La Diputación también tiene que desbrozar eso? ¿Va a pasear la desbrozadora por Europa, incluso por New York, sede de la Unesco?

A J. I. Vidarte le está pasando lo mismo que a aquel Agirre, que es autotituló «la cólera de dios», que se adentró con su suegro navarro Ursua, su hija, sus huestes y demás, en el «gran río de los marañones», que le llamaban, a la búsqueda de El Dorado. Y he aquí que no conocía el río más que de oídas, de lo que le contaban los que alguna vez ya había andado por allí, sin mapas ni nada parecido. J. I. Vidarte y demás marañones y marañonas del «sí o sí», se han adentrado en la maraña del río Oka, que no es precisamente el Amazonas. Y resulta que no conocen ni la tal maraña, ni el río en sí. Así que el director lanza mensajes misteriosos, cuál Agirre en la película de Herzog "Agirre, la cólera de Dios". «Es fundamental –declara– mantener la servidumbre en 20 metros como está ahora y eso ya se ha conseguido». ¿De qué 20 metros habla Juan Ignacio Vidarte? Mal vamos. En el estuario del río Oka, ¿dónde hay servidumbre de veinte metros? ¿No sabe que lo pretenden hacer a lo largo del Oka está en pleno dominio marítimo-terrestre?

Con ese conocimiento de la maraña del Oka no es extraño que J. I. Vidarte diga eso de «lo que me sorprenden son algunas críticas del ecologismo», a lo que el entrevistador pregunta «¿Cuáles?» «Urdaibai es una reserva de la biosfera, no un parque natural», contesta J. I. Vidarte. Exacto. Y el punto donde se ubican los astilleros de Murueta, al que en documentos oficiales llaman ya tanto «astilleros en desuso» como «antiguos astilleros», es precisamente el más protegido de toda la reserva. Ahí tienen, resumidas en una sola frase, las críticas a esa parte del megaproyecto turístico Guggenheim-Urdaibai. Ahí no se puede. Cuidado con la desbrozadora, que se les quema.

Más, metidos en la maraña de normas, leyes, tratados internacionales, protocolos y demás que se entrecruzan sobre el por lo demás apacible Oka, cuando J. I. Vidarte dice no entender algunas críticas del ecologismo, lo que pone de manifiesto es que navega como Agirre. Quien que navegando entre la maraña del gran río de los marañones, a veces a unos 20 metros de la orilla e incluso menos, no entendía como los indígenas les iban diezmando a base de dardos y flechas. En la versión de Herzog, que recomiendo con cierto escepticismo, Agirre enloquece, no sin antes escribir aquella famosa carta al rey Felipe II, declarándose «la cólera de Dios» e invitándole a que se llegara hasta el gran río a apresarlo.

Hay quien dice que esa carta es la primera declaración de independencia de un territorio americano. Claro que si, como los apócrifos dicen, Agirre era de Araoz, y en todo caso y sin duda vascongado, pues como que qué hacía por allí. En fin, los mentores de esta expedición a El Dorado del Oasis Vasco, actualmente parada, no sabemos exactamente dónde, a la espera de cierta luz verde, que igual tan solo sería empujón, «pues si el Gobierno Vasco pusiera cierta cantidad», ese sería «el empujón definitivo», afirma Vidarte, bien harían pasándose por el Oka. Con la documentación correspondiente, que la tienen. No es ni el Amazonas ni el Hudson. Cómo diría Pessoa, es que el pasa por mi pueblo. Con eso basta.

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