Mundaka Festival: circunnavegación de las leyes, saqueo de lo publico, ruedas de molino y los chiringuitos musicales



En el Reino de España hay infinidad de entidades pertenecientes tanto al sector público como al sector privado que organizan macro-festivales en época estival. De momento, los grandes cuatro festivales de la peninsula son: BBK Live, Azkena Rock Festival, En Vivo y la edición española del internacional Sonisphere, que reúnen en cada edición entre 25.000 y 100.000 personas, según cada uno de los propios festivales.

Por ejemplo, la última edición del BBK Live tendría un presupuesto de unos siete millones de euros, de los cuales casi el 60% se lo llevarían los cachés de las estrellas. Los ingresos vendrían de las entradas o ticketing (50%), de la hostelería (25%), de acciones de patrocinio (20%) y del merchandising (5%). Pero según sus organizadores nada es seguro; “Hay años que hemos perdido dinero. Igual tienes un presupuesto de siete y sólo recaudas cinco, o tienes uno de siete y recaudas nueve...”

La de los festivales, cuyos organizadores dicen ser una de las industrias culturales que menos llora a la subvención pública, va más allá de los datos, llegando las asociaciones de promotores de música en directo a pedir acabar con los conciertos pagados con dinero público (la crisis de los ayuntamientos, de hecho, dejó a muchos artistas sin cobrar) y que la Administración no fuera una competidora desleal con sus conciertos gratuitos.

Circulando en sentido contrario, en Busturialdea tenemos el Mundaka Festibal, que tiene un presupuesto declarado de 475.000 €. De las subvenciones publicas (Diputación Foral, Asociación de Municipios Urremendi, Gobierno Vasco y Ayuntamiento de Mundaka) recibe, directa o indirectamente, casi 380.000 € , lo que supone casi el 80% del presupuesto.

El Mundaka Festival, tres días de conciertos en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, en la localidad de Mundaka, ha estado envuelto en la polémica desde el principio. El primer año, en 2015, se incumplió la ley de Urdaibai, y se realizó sin permiso del Patronato de Urdaibai, tras un informe técnico del mismo que cuestionaba el evento. En 2016, otro informe técnico del Patronato concluyó que el festival “no se adapta” a la ley de Urdaibai, al incumplir el artículo 89, debido a que las usos e instalaciones “no presentan un carácter de titularidad pública”.

Tras el revuelo originado por el informe, se ideó un convenio entre el Ayuntamiento de Mundaka y los organizadores, mediante el que el consistorio subrogaba las instalaciones y así se salvaba su naturaleza privada: la de una fiesta a puerta cerrada. Un convenio especialmente beneficioso para los promotores: el Ayuntamiento de Mundaka suministra espacios públicos, plazas de parquin, la electricidad, el agua, la recogida residuos e incluso la seguridad policial municipal a los organizadores sin cobrar ninguna tasa por ello. Todo lo contrario de lo que ocurre con cualquier actividad recreativa, como son las barracas, por ejemplo. A ello agrega la cesión del polideportivo municipal ubicado junto al área del Festival, cerrado tres días para los vecinos de Mundaka. En la última edición, se ha mantenido este convenio del gratis total y los documentos correspondientes no fueron facilitados a los grupos municipales hasta dos días antes del inicio del evento musical.

Los propios organizadores, según el presupuesto entregado al Gobierno vasco, aportan 60.000 euros y un total siete entidades privadas financiaron el evento con más de 77.000 euros, entre los que destacan los 24.000 aportados por Kutxabank o los 42.000 de la marca de cervezas Heineken.

Si se toman como ciertos los datos aportados al Gobierno Vasco, los únicos desglosados hasta ahora, destaca la escasa cifra de ingresos obtenidos por las entradas: 87.580 euros. Es decir, en el mejor de los escenarios (sin calcular en base a los bonos de las tres jornadas, más económicos) teniendo en cuenta que las entradas por día eran de 40 euros, salen poco más de 2.000 entradas vendidas. Un dato que confirma, como han corroborado vecinos de Mundaka y asistentes al festival, que gran parte de las entradas se reparten de manera gratuita. De hecho, el pasado año, en el tercer día se abrió al público en general sin petición alguna de billete de entrada.

En ningún caso los organizadores aportan los datos de ingresos y beneficios de las chiringitos hosteleros que se instalan en el recinto, que según las fuentes consultadas, oscilarían entre los 60.000 y los 90.000 €, limpios de polvo y paja.

Todo ello en uno de los municipios vascos más endeudados: desde 2013 funciona con un plan de ajuste que le ha obligado a subir las tasas un 3%. En el festival se renuncia a cobrarlas si bien el evento supone gastos adicionales para el municipio en obras y servicios, hasta 2018 nunca antes nunca valorados (según el Secretario Interventor unas 58.000 €), aunque el alcalde Aitor Egurrola (PNV) siempre ha sostenido que tiene un “coste cero”.

Los datos de los ingresos y gastos conocidos ahora evidencian la opacidad del Mundaka Festival. La información aportada a la Diputación vizcaína y al Gobierno vasco no coincide, ni en los gastos ni en la cifra de asistentes. Que apenas se vendan 2.000 entradas y se regalen otras 4.000 más revela los intentos de camuflar las dificultades para atraer al público que otra cosa. Y que se siga manteniendo el gratis total, sin pagar la luz, el agua y la recogida de residuos al Ayuntamiento de Mundaka, uno de los más endeudados de Euskadi, muestra la prevalencia del interés privado sobre el general.

El problema principal radica en los denominados de manera coloquial «chiringuitos», esto es, los montajes de entidades privadas nacidas bajo la sombra del poder público que en nombre del servicio a la sociedad responden realmente a apetencias e intereses puramente clientelares, corporativos o de avispados aprovechados de los intereses del político de turno, como es el caso de Emankor Sarea y su Mundaka Festival.

La historia se ha repetido mil veces. El nombre es lo menos, siempre que sea políticamente correcto y prometedor del paraíso en la tierra; sea el fomento de la gastronomía y la música, sea el centro de interpretación de la biodiversidad, sea la mejora de la economía local a base de clientes con pulseras, sea la reducción de las drogodependencias vendiendo alcohol, o sea la utilización de jóvenes magrebies internados como “voluntarios” de limpieza, etcétera. Tras estas solemnes bambalinas encontramos a la Administración pública que los financia, que les presta ayudas materiales, que consiente la privatización de lo publico, que permite daños a la cultura local y al medio ambiente protegido, y que renuncia a controlarlos seriamente, ya que no les piden detalles de gastos reales, o les libera del control de los tribunales de cuentas publicas.

Desvelemos la receta. Tomemos dos gobernantes con mando en plaza con perfil de político arribista ante las presiones de su propio partido o correligionarios, y enfrentémoslos a un pueblo comensal que está hambriento de soluciones a sus penurias vitales. Los ingredientes básicos son conocidos, siendo imprescindible una idea genial (vale una ocurrencia disfrazada de interés publico), que habitualmente será proporcionada por un grupo de presión o intereses, o sencillamente acogida con precipitación en el programa electoral como señuelo, cuando no plagiada de otro lugar o país.

Sería deseable que en Bizkaia se elaborase un mapa de «cascarones culturales públicos vacíos», de edificios costosos o de actos culturales sin actividad real. Una valoración independiente y al margen de ideologías, prejuicios y localismos.

Y ante las infecciones detectadas, si muestran un panorama financieramente gangrenado, no cabe seguir adelante confiando en las propias fuerzas del paciente. Solo cabe amputar.

Mundakan a 24 de julio de 20018
ZAIN DEZAGUN URDAIBAI AUZO ELKARTEA

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