El precedente del valle del Elba

Ocurrió el pasado mes de junio. Durante una reunión celebrada en Sevilla, la Unesco decidió expulsar al valle del Elba, en Dresde (Alemania), de la lista del Patrimonio Mundial. La construcción del puente de Waldschlösschen tuvo la culpa. El viaducto, de cuatro carriles, se encontraba entonces tomando forma en el centro del paisaje, lo que a juicio de un comité compuesto por 21 países le impedía continuar conservando esa condición de valor universal excepcional.

Dos años antes, el entonces director de la organización, Koichiro Matsuura, alertó de que la faraónica obra «podría destruir irreversiblemente los valores» de dicho lugar. Una advertencia que las autoridades germanas no se tomaron en serio. Se trata de un caso excepcional que nada tiene que ver con el Guggenheim de Urdaibai, pero fue interpretado como un serio aviso a los países con bienes en peligro al comprobar que no todo vale en un espacio protegido.

Esa fue la primera vez que la Unesco retiraba una distinción a un bien con la oposición del Estado en el que está ubicado. Hasta entonces, el único precedente de expulsión de este tipo de reconocimiento se produjo en el verano de 2007, cuando le fue retirada la catalogación a la reserva de órix árabe (Oryx leucoryx) de Omán, donde vive una especie de antílope blanco en peligro de extinción. El caso era bien distinto porque el país afectado no sólo aceptó la medida, sino que la promovió por intereses económicos. El Gobierno del sultán Qaboos había reducido el tamaño de la reserva en un 90% para agujerear el territorio en busca de hidrocarburos. El santuario pasó de tener 27.500 kilómetros cuadrados, una extensión similar a la de Galicia, a unos 2.800.

También puede ocurrir algo parecido en Sevilla. La distinción de Patrimonio de la Humanidad a tres monumentos de la ciudad -la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias- peligra por la construcción de un rascacielos de 178 metros de altura ideado por César Pelli.

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